⚧ Biografía completo de Jose Alfredo Fuentes
Fue tal la popularidad de José Alfredo Fuentes durante su juventud, que de algún modo su carrera profesional completa puede explicarse por el fervor acumulado en esos primeros años como cantante, cuando su estampa de galán ingenuo y su vibrato maduro motivaron un fenómeno descrito alguna vez como "la beatlemanía chilena". Pese a ello, sería injusto comparar su caso al de decenas de contemporáneos suyos que alargaron durante décadas un par de hits cosechados alrededor de la época de la Nueva Ola. Su trayectoria ha sido larga, pero siempre activa y, en el último tiempo, sorprendentemente propositiva.
Fuentes podrá cantar hasta ahora la ubicua "Te perdí", pero guarda también éxitos de épocas diversas (muchos de ellos compuestos por él mismo), y preserva un registro vocal que sigue siendo el de uno de los escasos crooners del país. El éxito que a partir de 1979 comenzó a acumular como animador televisivo adormeció temporalmente su esfuerzo en la música, pero no lo suficiente para evitar una reciente aventura creativa. Para celebrar sus cuarenta años de carrera, durante el año 2005 cimentó una inesperada sociedad musical con el rockero Álvaro Henríquez, cuyo resultado dio un poderoso impulso a su aún viva vocación musical.
José Alfredo Fuentes acumula casi una veintena de álbumes y varias canciones ("Era sólo un chiquillo", "Dirladadá", "Te perdí") de un reconocimiento que cruza generaciones y clases. Las posibilidades ciertas de haber internacionalizado su éxito local se aplazaron por circunstancias personales, y no por la falta de mérito de uno de los primeros chilenos en ganarse el apodo de "ídolo" entre sus compatriotas.
Un escolar lanzado a la fama
La madre de Alfredo José Fuentes Cuevas recuerda que el primer impacto musical se lo dio su hijo cuando, en la casa familiar de calle Libertad con Rosas, el niño de cinco años tomó una armónica y comenzó a improvisar casi sin fallas la melodía de Candilejas. Más tarde, durante su adolescencia, demostró un inusual entusiasmo por Elvis Presley, los primeros héroes del rock and roll («vi nueve veces la película Al compás del reloj, con Bill Halley y los Platters», recuerda) y hasta fue voz solista del coro escolar. Una guitarra que le regaló su hermano la aprendió a tocar en un par de días, asegura. Y por una polola fanática del rocanrolero mexicano Enrique Guzmán comenzó a imitar a ese cantante y actor frente al espejo, sin sospechar cuántos de esos juegos se convertirían luego en rasgos profesionales.
Pese a lo anterior, nadie en su entorno había considerado alguna vez la música como una veta profesional seria, y jamás se discutió sobre hacer una excepción con el pequeño y talentoso Alfredo José. Ni siquiera cuando, como estudiante de humanidades en el colegio, formó el dúo Los Springs junto a un compañero que décadas después se haría famoso bajo el nombre artístico de Wildo. Su repertorio eran canciones en inglés y éxitos de la Nueva Ola, más algunas composiciones propias. En 1965, su último año de colegio, entró a reemplazar al cantante de un conjunto llamado Los del Sendero, con los cuales grabó el single "Cura de mi pueblo". Fueron ellos quienes le regalaron su famoso apodo y, además, le permitieron pasearse por varios escenarios y radios, en las cuales recuerda haber conocido a figuras como Patricio Manns, Los Cuatro Cuartos, Víctor Jara y Violeta Parra.
Pero Fuentes planeaba un futuro profesional vinculado al periodismo, la carrera a la cual pensaba ingresar apenas terminara las Humanidades. Sin embargo, meses antes de su graduación, un profesor de música de su colegio, Gustavo Arriagada, se le acercó para pedirle que interpretara una de sus composiciones para el Festival de la Unidad, en los Padres Franceses. Le mostró al piano "Enamorado de ti", y a Fuentes le gustó tanto que su entusiasta interpretación les valió el primer lugar. Aunque el joven no consideró el triunfo como el preámbulo de algo de más largo plazo, Arriagada sí tentó suerte en el sello Caracol, a donde llevó ésa y otras grabaciones de temas suyos. Antonio Contreras, director de la disquera, escuchó las maquetas y le respondió lo siguiente: «Más que las canciones me gusta ese chico que canta. Tráigaselo». Así, y antes de terminar sus estudios, Alfredo José Fuentes tenía la increíble oferta de un contrato discográfico.
Tuvo que intervenir un sacerdote de su colegio para convencer a su madre de que la oferta podía ser positiva, y le diera permiso para aplazar un año el ingreso a la universidad. Un año que se haría eterno, pues José Alfredo Fuentes se convirtió en «el Pollo» para Chile completo y nunca más pudo bajarse del escenario.
Los primeros discos y "Te perdí"
José Alfredo Fuentes no tuvo que esperar demasiado para conocer lo que la mayoría de los músicos persigue por años. Su primer single, "Enamorado de ti", entró rápidamente a radios, e incluso impuso en la parrilla también su lado B ("Te olvidaste de mí"). Luego de "Bésame, bésame" (otra composición de Gustavo Arriagada), el Pollo conoció la gloria ya sin reversa que le significó su tercer single, "Te perdí", una composición que tenía encajonada desde hacía un par de años porque «la encontraba muy mala; todavía la encuentro muy simple»; pero que maravilló, con razón, al ejecutivo del sello Caracol. Estos tres primeros singles aparecieron entre abril y octubre de 1966, y regalaron al Pollo un éxito excepcional para un joven de dieciocho años. Antes de fin de año, el cantante ya tenía auto y departamento propios.
"Te perdí" presentó a José Alfredo Fuentes también como compositor, lo cual eleva su análisis en retrospectiva, pues fueron también obra suya éxitos posteriores como "Era sólo un chiquillo" (con letra de Óscar Cáceres; tercer lugar en el festival OTI de 1976), "Me faltas tú" (con letra de Nano Vicencio) y "El amor no tiene olvido" (compuesta junto a su hermano Iván). Durante los años '70, Fuentes llegó a componer por encargo para grupos tan prestigiados como Los Ángeles Negros.
Cuando "Te perdí" se convirtió en éxito, decaía al fin la Nueva Ola, se asomaba la renovación del folclor que encauzaría la Nueva Canción Chilena, y José Alfredo Fuentes parecía el joven indicado para encarnar la estética que requería esa transición. En cuanto a sonido, lo que primero funcionó fue la combinación de códigos tomados de las baladas en inglés y la calidez con la que acompañaba su voz un cuarteto austero llamado Los Primos (Patricio Arnechino en guitarra, Miguel Pizarro en bajo, Carlos Grünewaldt en acordeón y Patricio Salazar, en batería). Con ellos, Fuentes hizo discos durante poco más de dos años y logró diferenciarse de colegas que creían que entonces sólo debían grabarse baladas junto a grandes orquestas.
Las formas en las que se expresó el fanatismo por el Pollo Fuentes no tenían precedentes en Chile. Piénsese en desmayos durante los conciertos, en los cuales el propio cantante reconoce que «no se escuchaba nada, porque las cabras gritaban desde el primer minuto». El grito «¡Oro, oro, oro: el Pollo es un tesoro!» se convirtió en algo así como un mantra para miles de mujeres que comenzaron a acudir a los shows vestidas por completo de amarillo. La revista Ritmo se convirtió en el escaparate impreso del fenómeno, con notas casi incesantes sobre cada uno de sus pasos. En la sección "Hey, fans" se publicó alguna vez una "Oda al Pollo Fuentes"; a continuación, una estrofa: «Hoy el ídolo de Chile / y, que bien logrado está / tu corazoncito vale oro / y tu alma, infinidad».
Como en todo fanatismo, hubo cumbres absurdas, entre ellas la oferta que recibió el cantante en 1968 para candidatearse como regidor por el Partido Nacional o la propuesta de animar un encuentro benéfico disfrazado de ave con capa; algo así como un verdadero Súper Pollo.
Primeras salidas al extranjero
El ambiente sociopolítico en Chile no estaba para frivolidades, y para el cantante también tuvo un costo la incondicionalidad de sus fans. Tan ideologizado era el período previo a la instauración de la UP que, según Fuentes, para los jóvenes de izquierda «los Beatles, Elvis Presley y el Pollo Fuentes eran una mierda. Démosle a estos falsos ídolos, decían. Para ellos, yo era un imbécil». Un agresivo encuentro con miembros de la brigada Ramona Parra fue lo más cerca que alguna vez estuvo de pagar físicamente el prejuicio, el cual se perpetuaba a diario a través de despectivos comentarios en el virulento diario Clarín.
Era la Nueva Canción Chilena el género que debía escucharse si se pretendía recibir la revolución en el tono indicado. Pero, junto a ella, se mantenía en Chile el culto por la canción de amor más o menos convencional que seguían trabajando Los Ángeles Negros y Lucho Gatica, por ejemplo. Para Fuentes, los años previos al Golpe de Estado estuvieron lejos de enfrir su éxito, y a partir de 1969 —cuando realizó presentaciones en Puerto Rico y Venezuela— la posibilidad de transformar al Pollo en un nombre continental se convirtió en un objetivo cierto. En una entrevista de ese año con revista Ritmo, el cantante confirmaba sus pretensiones: «Me voy para siempre», se citaba en el título.
En 1970, la filial mexicana del sello RCA lo invitó a Ciudad de México para discutir una posible promoción por ese país. Fuentes aprovechó el viaje para grabar "Qué bien me olvidas", que se convirtió sin dificultad en número uno. Poco a poco, el chileno veía reproducirse en ese país lo que tan bien conocía ya en casa: los clubes de fans, la histeria y la acogida radial. Era lógico que la casa disquera se interesara. «Necesitamos que te quedes acá, que te vengas a vivir a México», le pidieron, pero el chileno estaba de novio con la que a partir de 1971 sería su esposa, y consideró que un giro tan drástico modificaría su vida privada de un modo también radical.
A principios de abril del año 1973, José Alfredo Fuentes viajó por primera vez a España, invitado por el productor Manolo Díaz. En Madrid, Fuentes grabó otro de sus grandes éxitos, "Dirladadá", el cual se amoldó sin problemas a las parrillas radiales españolas. Muchos años más tarde, el famoso Camilo Sesto le contó al chileno que al escuchar entonces el tema le comentó algo así a su manager: «Cuidado con éste, que se nos mete por el lado».
Circunstancias menores impidieron que la alianza entre Fuentes y Manolo Díaz (quien terminó por mudarse a Suiza, a la zaga de una mujer) funcionara. Según el cantante, «estoy seguro de que si me hubiera quedado en España o en México hubiera sido una figura a nivel internacional. Por el estilo, por el carisma. Pero no me arrepiento. Gracias a que me volví a Chile hoy tengo tres hijos a los cuales adoro».
Aunque su nombre no se ampliara por eso más allá de Chile, el oído de José Alfredo Fuentes nunca se contuvo en las fronteras. La década de los 70 importaba desde España baladas de una época de oro aún insuperada, con las composiciones de Manuel Alejandro en las voces de Raphael, Julio Iglesias y Mocedades quitando espacio a grabaciones no menos impresionantes de Camilo Sesto. A Fuentes le tentó la posibilidad de vestir mejor también sus canciones, y comenzó a grabar con violines y trompetas. "Me faltas tú", por ejemplo («una de las canciones más bonitas que he escrito») fue registrada junto a la orquesta de Juan Salazar. Otros ejemplos son "Tu canto" y "Celoso".
Por otro lado, seguía en él el gusto por la música en inglés, sobre todo las grabaciones de Neil Sedaka, Paul Anka y Johnny Mathis. Su disco en vivo en el teatro Astor (1970) se abría con "Spinning wheel", del grupo estadounidense Blood, Sweat & Tears, e integraba también citas a los Beatles, Elvis Presley y Domenico Modugno. Mucho antes de los actuales vínculos globales, el Pollo Fuentes ya era un músico con sensibilidad internacional.
En 1976, Fuentes grabó y presentó una de sus canciones más exitosas hasta hoy. "Era sólo un chiquillo" fue compuesta por él y el letrista Óscar Cáceres, y se inspiraba en las comentadas crisis generacionales entre los jóvenes de entonces y sus padres. El tema postuló al festival OTI y, ya en México, terminó quedándose con el tercer lugar.
Pollo animador
La situación profesional de José Alfredo Fuentes durante los años 80 fue peculiar, pues logró zafarse de la condena ineludible de casi todos los baladistas de su generación —y ésa era cantar semana tras semana en "Sábados Gigantes" como única vitrina posible— y persistir en grabaciones y presentaciones individuales. Sin embargo, se trató de un esfuerzo desviado por una distracción inesperada: su propio trabajo como animador.
Por una invitación del director de televisión Gonzalo Bertrán, Fuentes comenzó en 1979 a presentar un espacio llamado "Nuestra hora". Fue el antecedente de su gran afianzamiento en Canal 13 a partir de 1983 con "Éxito", un programa de variedades al mediodía con el que la estación católica pretendía quitar sintonía al inamovible "Festival de la una", de Televisión Nacional. De modo paralelo, participó durante unos años en un programa en radio Portales ("Al grano con el Pollo"), conducido junto a Alfredo Lamadrid.
Tan familiar se volvió Fuentes en su nuevo rol que los niños comenzaron a creer que el Pollo Fuentes era un animador aficionado al canto, y no al revés. En tiempos de escasa vida nocturna y casi nulo desarrollo musical, la televisión representó para el cantante una plataforma atractiva de sustento económico. Esto dijo hace poco a la revista Paula: «Me fue ganando la imagen del proveedor, del huevón asegurado que le tiene miedo al futuro. Quería que a mi familia no le faltara nada, y dejé de lado al artista».
Desde entonces y hasta hoy (cuando ha animado espacios recientes como "Entre nos", en Mega), la televisión es la vía regular por la que los chilenos podemos encontrarnos al menos una vez a la semana con José Alfredo Fuentes.
La renovación de los cuarenta años
Sus funciones de animador (en televisión y "eventos") no alejaron por completo a Fuentes de la música, si bien su discografía de los años 80 y 90 es dispareja y con contados éxitos radiales. El cantante se mantuvo con una agenda regular de presentaciones en vivo, apoyado siempre por una voz de sorprendente capacidad y frescura que Fuentes jamás ha educado formalmente.
Para celebrar 35 años de carrera, el Pollo publicó el álbum Dúos (2002), en el cual integró grabaciones especiales de viejos y nuevos temas junto a Dyango, Leo Dan, José José, Alberto Plaza y Gondwana, entre otros. El año anterior, el cantante había subido por primera vez al escenario del Festival de Viña del Mar. Podía interpretarse como una inquietud de su parte por ampliar su público y sus referentes musicales, pero el paso más significativo al respecto no lo dio sino hasta el 2005, cuando ubicó al exitoso cantautor Álvaro Henríquez y le pidió producir su siguiente disco.
El resultado, Corazón loco, fue un trabajo del todo inusual no sólo en la discografía de José Alfredo Fuentes, sino que en la música popular chilena completa. La sociedad entre un hombre popular por sus baladas y un rockero de pocas concesiones y obsesivo rigor en el estudio fue levantando canciones de fuerte personalidad, en las cuales Fuentes se permitía —a través de versos suyos, de Henríquez, o de otros músicos— compartir reflexiones íntimas y propias de un hombre de 58 años de edad. Henríquez optó por usar equipos análogos y prescindir de las secuencias electrónicas, logrando así un sonido de innegable calidez.
Cuatro de las composiciones del álbum son del ex cantante de Los Tres (incluyendo la versión que el Pollo registró para "Hospital", grabada originalmente en el único álbum de Pettinellis), y figuran también composiciones del grupo Café Tacuba y del cantante Juan Gabriel, ambos mexicanos. En "Decepción", José Alfredo Fuentes se permitió compartir inquietudes personales libres al fin de cualquier pudor (como en los versos «no sé si tengo fuerzas para seguir viviendo... / haberlo dado todo / y recibir olvido»). En entrevista con el diario La Nación, el cantante explicó su enfoque como parte de un significativo cambio interno: «Este disco es el resultado de un proceso [...]. Yo estaba obligado a hacer cosas por los demás, y a decir que sí siempre. Lo que quiero ahora es empezar a vivir yo. Aunque me queden diez años con la agilidad que hoy siento, tengo muchas ganas de hacerlo».
Las últimas dudas de la recepción que podría tener este nuevo enfoque las fue disipando el Pollo ante un público nuevo: los jóvenes. Una aplaudida presentación suya en la discoteque Blondie adelantó la aclamada recepción que en septiembre de 2005 tuvo en La Yein Fonda. Corazón loco apareció a fines de ese año y el cantante no pudo ahorrarse palabras de entusiasmo:
«Nunca lo dije con mis dieciocho producciones anteriores, pero ahora lo digo: esto tiene vida. Tiene cultura histórica. Yo nunca había grabado un disco con tanta… piel. Es lo que mi abuela llamaba 'enjundia'. Dentro de lo simple que puede ser la música popular, esto está hecho con verdad», le dijo a La Nación, poco antes de lanzar a radios un single, "Corazón loco", sobre el amor compartido con dos mujeres. El tipo de cosas de las que sólo puede cantar un hombre con experiencia.