Rafael Hernández Marín,
Rafael Rosa Hernández,
El Jibarito,
Mr. Cumbanchero o sencillamente
Rafael Hernández, como se le nombra más, fue un músico y compositor puertorriqueño mundialmente conocido, destacado por su canciones de ritmos populares, en especial el bolero; género en el que supo plasmar su extraordinaria sensibilidad artística y musical. Nació en Aguadilla, Puerto Rico, el 24 de octubre de 1892; y murió en esa misma localidad, el 11 de diciembre de 1965, a la edad de 73 años.
Rafael Hernández es reconocido como uno de los más grandes compositores de bolero de todos los tiempos. Entre sus canciones más famosas, se mencionan
“Campanitas de cristal”, “Perfume de gardenias”, “Lamento borincano” y la rumba-guaracha
“El cumbanchero”; temas inmortalizados en la voz de intérpretes de la talla de
Tito Rodríguez,
Tito Puente, Toña La Negra,
Celia Cruz, Daniel Santos, Cuarteto Machín, Noro Morales e Ibrahim Ferrer; y, más recientemente,
Gilberto Santa Rosa,
Marc Anthony y
La India; además de tantos otros cantantes de renombre e intérpretes de diferentes géneros musicales populares que, a lo largo del tiempo, han realizado infinidad de versiones de las composiciones de esta trascendental figura de la música popular puertorriqueña y latinoamericana del siglo XX.
Rafael Hernández fue el nombre con el que se le conoció más; pero también se lo apodó, a partir de su famosísimo tema
“Lamento borincano”, El Jibarito, que es como se conocía en Puerto Rico y en otros países latinoamericanos al campesino, a la persona que vive y trabaja en el campo, especialmente si era de ascendencia española. Por otro lado, Mr. Cumbanchero, como lo llamó el presidente Kennedy por el éxito de su canción
“El cumbanchero”, hace referencia a la cumbancha, fiesta o jolgorio. Esas dos piezas son solo una muestra de la diversidad de estilos, como se verá luego, en que podía expresarse el compositor, plasmando la angustia y la tristeza de los más necesitados, pero también sus alegrías y diversiones.
Rafael Hernández fue hijo de José Miguel Rosa y María Hernández Marín. Nació y creció en el barrio Tamarindo de Aguadilla, en el seno de una familia humilde, donde expresó sus dotes artísticas desde muy pequeño. Siendo apenas un niño, pidió a sus padres que lo dejaran dedicarse por completo a los estudios de música. Entre sus hermanos estuvo el también músico Jesús Hernández, además de Victoria y Rosa Elvira; a quienes ayudó económicamente apenas comenzó a ganar dinero por sus composiciones.
Rafael Hernández Marín no fue su nombre correcto, porque al abandonar su padre el hogar para irse a vivir al barrio Playa del municipio Ponce de Puerto Rico, la prole en protesta desechó el apellido paterno, identificándose con el materno; de modo que su verdadero nombre fue Rafael Rosa Hernández.
Cuando tenía doce años de edad, Rafael Hernández comenzó a estudiar música de manera formal, dirigido por los profesores José Ruellan Lequenica y Jesús Figueroa. Aprendió a tocar varios instrumentos musicales, entre ellos trombón, bombardino, violín, piano y guitarra. A los catorce años tocó para la Orquestra Cocolía. Luego se residenció en San Juan, la capital de Puerto Rico, donde formó parte de la Banda Municipal, tutelado por el director
Manuel Tizol.
Las composiciones más populares de Rafael Hernández se enmarcan fundamentalmente en el género bolero, pero en realidad abarcó gran cantidad de géneros y estilos musicales como guaracha (uno de los componentes fundamentales de lo que muchos años después se conoció como salsa), rumba, bolero, danza puertorriqueña, vals, canción criolla, villancico navideño, aguinaldo, plena, canción patriótica, temas infantiles, corridos mexicanos, himnos, marchas, cantos negroides, música académica -para piano solo y para orquesta sinfónica-, melodías para zarzuelas y operetas.
En 1912, Rafael Hernández realizó su primera composición, una danza titulada
“María Victoria”. Cinco años más tarde, se encontraba trabajando como músico en Carolina del Norte, Estados Unidos; por ese entonces, vendió su primera obra, el vals
“Mi provisa”. En ese mismo año de 1917, el país entró en la Primera Guerra Mundial, por lo que le tocó desempeñarse en el Ejército estadounidense, donde se había alistado dos años antes. En esa corporación, fue convocado un tiempo después -junto a su hermano Jesús- por el pianista, violinista, director de orquesta y compositor estadounidense de ragtime y jazz tradicional James Reese Europe, para que se unieran a la Orquesta Europa, banda musical del regimiento de infantería 369, llamado Harlem Hell Fighters por los alemanes; otros dieciséis músicos puertorriqueños recibieron también la invitación. Prestó servicio militar en Francia, donde su batallón fue condecorado con la Croix de Guerre por el presidente francés Raymond Poincaré.
Finalizada la Primera Guerra Mundial, Rafael Hernández volvió a Estados Unidos, instalándose en la ciudad de Nueva York. Comenzó a trabajar en una fábrica, pero poco tiempo después perdió la mitad del dedo pulgar de la mano derecha, en un accidente laboral; afortunadamente, eso no le impidió tocar guitarra. Por esa época realizó una gira artística por Estados Unidos, liderando la banda de Lucky Roberts, además de dirigir una orquesta hispanoamericana en ese país.
En 1920, Rafael Hernández viajó a La Habana, Cuba, para trabajar como músico en el Teatro Fausto, residenciándose en ese país durante casi cinco años. En 1925 presentó una de sus composiciones más sonadas,
“Capullito de alelí”, en el Día de la Canción Cubana, con la que obtuvo mención honorífica.
Rafael Hernández regresó a Nueva York a mediados de las década de los veinte; luego, en 1927, creó y dirigió el Trío Borinquen, en el que además estuvo a cargo de la primera guitarra. En esa etapa se destacan las composiciones
“Siciliana”, “Me la pagarás”, “Mi patria tiembla” y
“Menéalo”; en algunas de esas piezas, acude por primera vez a la trompeta y el bongó. En esta época realizó frecuentes viajes a Puerto Rico, Cuba y República Dominicana; en este último país solía cambiar el nombre de la agrupación por el de Trío Quisqueya.
En 1929, Rafael Hernández compuso
“Lamento borincano”, una de sus canciones más versionadas, considerada por algunos como su obra cumbre; obteniendo además proyeccion internacional, gracias también al surgimiento del disco de pasta. El compositor, que se encontraba lejos de su tierra natal -escribió desde un hotel en Nueva York-, describe en esa pieza las condiciones de pobreza de los campesinos de Puerto Rico. El tema fue un éxito inmediato en la isla y en buena parte de América Latina. La canción, interpretada por el médico y destacado tenor mexicano Alfonso Ortiz Tirado, llegó a convertirse en himno no oficial de Puerto Rico. Estos son los primeros párrafos.
Sale loco de contento
con su cargamento
para la ciudad, sí,
para la ciudad.
Lleva, en su pensamiento
todo un mundo
lleno de felicidad, sí,
de felicidad.
Piensa remediar la situación
del hogar que es toda su ilusión.
Y alegre, el jibarito va
cantando así,
diciendo así,
riendo así, por el camino:
“Si yo vendo la carga
mi Dios querido
un traje a mi viejita
voy a comprar”.
Y alegre también su mula va
al presentir que aquel cantar
es todo un himno de alegría.
En eso los sorprende
la luz del día,
y llegan al mercado de la ciudad.
Rafael Hernández expresó abiertamente con esa canción su inconformidad con la pobreza en que vivía el campesino de su patria. Es un reclamo profundo, escrito poética y musicalmente con mucha belleza, donde plasma la triste realidad al preguntarse qué ha sido de su país donde “todo está desierto y el pueblo está muerto de necesidad”. Unos años después, Luis Muñoz Marín, el primer Gobernador de Puerto Rico (1949-65), le solicitó en una oportunidad que cambiara la letra a la canción, dándole un giro distinto a la situación; pero el compositor no aceptó.
Una de las versiones más viejas de
“Lamento borincano” fue interpretada por Alfonso Ortiz Tirado. Una más moderna fue hecha por Gilberto Santa Rosa, Marc Anthony y La India. También ha sido interpretada por cantantes muy representativos del bolero como género musical latinoamericano, como
Javier Solís,
Chavela Vargas,
José Feliciano a dúo con
Luis Fonsi y el trovador chileno
Víctor Jara; entre muchos otros reconocidos intérpretes.
Al disolverse el Trío Borinquen, Rafael Hernández organizó y dirigió una nueva agrupación musical llamada Grupo Hernández. En 1932 le cambió el nombre por Conjunto Victoria, en honor a su hermana. A pesar de ser presentado como cuarteto, fue un conjunto con un frente de cuatro integrantes, uno de ellos el propio director tocando la segunda guitarra. Entre las canciones más famosas a lo largo de la vida del cuarteto, se destacan
“Preciosa”, compuesta durante su residencia en México en 1937, considerada por la crítica especializada como su obra popular más acabada musicalmente; de su actividad con ese conjunto también son los temas
“Adiós a Gardel” y
“Venus”, que resultó muy exitosa. En esa época realizó una segunda gira a Puerto Rico con el Cuarteto Victoria, agrupación con la que experimentó uno de los períodos más importantes de su ascendente carrera.
Muchos años después, radicado definitivamente en Puerto Rico, Rafael Hernández cedió a la petición del gobernador Muñoz Marín para que modifircara la letra de
“Preciosa”; a diferencia de lo que sucedió con
“Lamento borincano”, en esa otra ocasión sí hizo cambios para evitar la alusión al colonialismo norteamericano. En la expresión “del tirano la negra maldad”, cambió tirano por destino; esa actitud le ocasionó fuertes críticas de sus coterráneos, en especial de los estudiantes universitarios, al punto de que llegó a arrepentirse, restableciendo la palabra tirano en la canción. Es que en realidad el insigne maestro era un independentista. Afortunadamente, el pueblo y la crítica supieron pasar la página, perdonando al compositor.
Rafael Hernández viajó a México en 1932, por insistencia del doctor Alfonso Ortiz Tirado, fue por unos meses para cumplir un contrato de trabajo, en el que produciría un programa radial -cuyo tema de presentación era
“Lamento borincano”-, pero se quedó y en 1935 se residenció por doce años. Una estadía en la que realizó importantes actividades musicales y artísticas; también de índole personal -se casó en ese país, que llegó a considerar su segunda patria, con una mexicana-, acrecentando sus conocimientos como compositor y director orquestal, además de convertirse en padre de familia. El Conjunto Victoria se disolvió en esa época, por renacería a su regreso a Nueva York.
Rafael Hernández ingresó al Conservatorio Nacional de Música de México, como alumno de estudios avanzados, tutelado por el maestro Juan León Mariscal. Después de cuatro años de intenso trabajo, obtuvo el grado de Maestro de Armonía, Composición, Contrapunto y Fuga; como tesis de grado presentó su obra
“Danza capricho, número 7”, dirigiendo la Orquesta Sinfónica del Estado de Oaxaca, compuesta por ochenta profesores. También en ese tiempo trabajó como actor, participando en películas de la época de oro del cine mexicano, algunas con el reconocido Mario Moreno Cantinflas como
“El gendarme desconocido” y
“Águila o sol”; además, creó mucha de la música de las bandas sonoras de las películas surgidas en México en esos años dorados del cine. De ese tiempo en el país azteca, es su famosa canción
“Qué chula es Puebla”, que desde entonces y hasta el presente goza de gran popularidad en ese estado mexicano, hasta el punto de ser considerada como un segundo himno no oficial de la región. Fue en México donde comenzaron a llamarlo El Jibarito.
En 1934, Rafael Hernández registró sus primeras canciones México, algunas escritas años antes de llegar al país azteca fueron legalizadas en sus años de residencia allí; entre ellas
“Capullito de alelí” registrada en 1936 junto con
“Perfume de gardenias”, aunque habían sido compuestas en Nueva York. Son muchos los temas que el compositor escribió y registró durante esa fructífera estadía en México, donde encontró el ambiente propicio para desarrollar aún más su talento, trabajando incansablemente. En 1937 compuso
“Preciosa”, “Campanitas de cristal”, “Desvelos de amor”, “Muchos besos”, “Ya no te quiero” y
“Gondolero”. Al año siguiente
“¡Qué te importa!”; y en 1939
“Tú no comprendes”. La rumba
“Los hijos de Buda” es de 1940; mientras que los temas
“Corazón no llores”, “Inconsolable” y
“Lo siento por ti” datan de 1941, según el registro. Un año más tarde fue legalizada
“Canción del alma”; en 1943 registró
“Canción del dolor” y
“Ya lo verás”, ambas con letra de Bernardo C. Sancristóbal. De ese año son también
“Noche y día”, Yo contigo me voy” y la famosísima conga
“El Cumbanchero”.
Rafael Hernández registró tres temas en 1944:
“Amigo”, “Desesperación” y
“Pecado mortal”. Dos años más tarde
“Amor ciego”, “Nada es verdad” y
“¿Verdad que tú me quieres?”. En 1947, último año que vivió en México, registró
“Canta, canta”. Otras canciones fueron legalizadas en México más adelante, probablemente enviadas por correo; entre ellas,
“Engáñame” y
“No debo perdonarte”, de 1948. Al año siguiente
“Canción de tus recuerdos”; mientras la exitosísima
“No me quieras tanto” tiene año de registro 1950.
“Ayer me habló el corazón” de 1954, es la última de sus composiciones registrada en ese país.
En 1939, en un viaje a Nueva York, Rafael Hernández, reorganizó el Cuarteto Victoria. En esa ocasión se incorporaron artistas e intérpretes que llegaron a ser famosos, además de muy queridos por el público, como Myrta Silva y Bobby Capó.
Rafael Hernández regresó a su tierra natal en octubre de 1947 con el patrocinio de Don Ernesto Ramos Antonini, Presidente de la Cámara de Puerto Rico; llegó junto con un espectáculo integrado por veintitrés artistas mexicanos. En Aguadilla fue recibido de manera triunfal. Una vez establecido en la isla, organizó una agrupación sinfónica para interpretar música ligera, constituyéndose en Orquesta Sinfónica de Puerto Rico, de la cual fue director. También trabajó como consultor para la emisora gubernamental de radio WIPR (Wonderful Island of Puerto Rico), consultoría que mantuvo hasta su retiro de la vida pública. Por esa época hizo presentaciones para el gobernador de Puerto Rico, también realizó giras con la Orquesta Sinfónica en varios sitios al aire libre a lo largo de la geografía de la isla; entre sus múltiples aportaciones, presentó sus composiciones de música académica. Lamentablemente, el Gobierno entró en una crisis económica, retiró la ayuda y la orquesta tuvo que disolverse.
Hacia finales de la década de los cincuenta, Rafael Hernández fue elegido Presidente Honorario de la Asociación de Compositores y Autores de Puerto Rico. En esa época, desarrolló una actividad diferente de la música, pero también en apoyo a las causas cívicas, al fundar junto con algunos deportistas la organización de béisbol para niños, que se conoció como Pequeñas Ligas.
De la obra de Rafael Hernández, según opinan algunos conocedores in extenso de su trayectoria musical, su canción más famosa, la que más versiones ha tenido, es
“Lamento borincano”; sin embargo, otros afirman que
“El cumbanchero” ha sido grabada más de medio millón de veces. Al parecer, el compositor expresó en una ocasión que de sus boleros, el favorito era
“Tú no comprendes”; pero que
“Lamento borincano” era el preferido entre sus temas patrióticos.
En 1960, en cumplimiento de una resolución del Senado del Estado Libre Asociado de Puerto Rico, el Instituto de Cultura Puertorriqueña produjo una colección de discos de la obra de Rafael Hernández, quien asumió personalmente la dirección artística y orquestal del proyecto. Las canciones fueron interpretadas por Tato Díaz, Pablo Elvira y Elena Rita Ortiz, acompañados de un coro. Posteriormente, el Instituto de Cultura también auspició otras dos colecciones de música de Rafael Hernández; una sobre canciones de género infantil, inspiradas en la fauna y flora puertorriqueña, a cargo de las cantantes Luisita Rodríguez y Elena Rita Ortiz; la otra colección estuvo integrada por piezas clásicas para piano, interpretadas por el músico puertorriqueño Jesús María Sanromá.
En 1961, Rafael Hernández viajó a Washington, D.C. invitado por el presidente John F. Kennedy a la cena de gala en reconocimiento a don Luis Muñoz Marín, gobernador de Puerto Rico; fue en esa ocasión cuando el Presidente honró al compositor con el título de “Mr. Cumbanchero”.
En 1963, Rafael Hernández recibió un homenaje en el Teatro Puerto Rico en el Bronx, Nueva York, con ocasión de sus cincuenta años de vida artística y musical. Entre otros artistas, participaron la cantante y actriz argentino-mexicana Libertad Lamarque; y el barítono puertorriqueño, Pablo Elvira. En ese mismo año, se rodó la película
“El Jibarito, Rafael” dirigida por Julián Soler, logrando un notable respaldo.
En septiembre de 1965, Rafael Hernández, ya muy enfermo, fue reconocido con un Doctorado Honoris Causa en Humanidades por la Universidad Interamericana de Puerto Rico.
El 21 de noviembre de ese año, en un programa especial en su honor denominado La Música de Rafael Hernández, organizado por el Banco Popular de Puerto Rico y difundido en cadena de radioemisoras, además de canales de televisión por toda la isla, con presentaciones de invitados especiales como Tito Puente, el insigne compositor se dirigió a la audiencia por última vez, a través de una grabación, enviando un mensaje de agradecimiento en el que se despidió con estas inolvidables palabras: “Si yo no hubiera nacido en la tierra en que nací, estuviera arrepentido de no haber nacido allí. Hasta siempre, mis jíbaros”.
En 1976, la Torre del Big Ben de Londres, proyectó en su carrillón la melodía
“Campanitas de
cristal”.
En 1979, el Gobierno del Estado de Puebla honró la memoria de Rafael Hernández con un busto en la Avenida de Los Próceres, el único monumento en su honor en México hasta el presente. La canción
“Qué chula es Puebla”, es considerada como otro himno no oficial del estado de Puebla.
“Playita aguadillana”, canción escrita por Rafael Hernández en honor a su lugar de nacimiento, fue adoptada como himno regional de Aguadilla en resolución aprobada por la Asamblea Municipal de ese pueblo. Mientras que el tema
“Linda Quisqueya”, es apreciado por algunos dominicanos como el segundo himno de su patria.
En una ocasión le pidieron al compositor mexicano Agustín Lara que describiera qué es un bolero, respondiendo: Si quieren saber lo que es un bolero, escuchen
“Campanitas de
cristal”, de Rafael Hernández.
En 1913, Rafael Hernández tuvo su primer hijo, Antonio Hernández, con Ana Bone, en una relación extramatrimonial.
En 1940, asentado en el país azteca, lejos de la vida bohemia que llevó por muchos años, Rafael Hernández contrajo matrimonio con María Pérez Marín, una mexicana treinta y dos años menor que él. Tuvieron cuatro hijos: Rafael, Miguel Ángel y Víctor Manuel, que nacieron en México; y Alejandro, que vino al mundo en Puerto Rico. La pareja se mantuvo unida hasta el momento de la muerte del compositor; doña María, que lo sobrevivió por más de medio siglo, falleció en agosto de 2018 en la capital puertorriqueña, a los 94 años de edad.
Rafael Hernández falleció el 11 de diciembre de 1965, víctima de cáncer, a los 73 años de edad. Se le rindieron honores en varios sitios públicos de Puerto Rico, como el Capitolio, el Instituto de Cultura Puertorriqueña y en el Ayuntamiento de San Juan. Su entierro fue una inmensa demostración de duelo nacional. Fue sepultado en el cementerio de Santa María Magdalena de Pazzis, en el viejo San Juan, Puerto Rico.
El legado musical de Rafael Hernández, su prolífica y talentosa obra, cuenta con miles de temas -algunos estiman que sobrepasa las dos mil composiciones-, cubre casi todos los géneros musicales, desde lo académico a lo popular, pasando por piezas que se han asumido como verdaderos himnos en determinadas regiones latinoamericanas. Dejó escritos más de trescientos temas inéditos. Algunas de esas canciones se han hecho inmortales en las voces de muy reconocidos intérpretes, además de contar un sinfín de versiones a lo largo del tiempo. Son ejemplo de ello, por citar solo algunas,
“Lamento borincano”, “Silencio”, “Ausencia”, “Campanitas de cristal”, “Preciosa” y
“El cumbanchero”. También son los casos del corrido mexicano
“Qué chula es Puebla”, considerado himno regional de ese estado mexicano; y el tema
“Linda Quisqueya”, que algunos dominicanos tienen como segundo himno de su patria.
La obra musical de Rafael Hernández resulta de incalculable valor dentro de la música popular de su país y de toda Hispanoamérica. En él convergieron la sensibilidad artística, la constancia en el trabajo y la superación personal. Las nuevas generaciones también han sido cautivadas por su influjo, por lo que muchos de sus temas han llegado a formar parte del repertorio de intérpretes de salsa, rap, reggae, ska y rock, entre otros géneros musicales contemporáneos.
De este excepcional artista puertorriqueño, en una ocasión se expresó Tito Rodríguez de la siguiente manera: “La historia de la música popular ha reconocido [a] muchos compositores. Es mi manera de pensar, que la historia jamás se volverá a repetir, y volvamos a tener un compositor con el alma y sentimiento como el que tenía… Rafael Hernández”.